Conociendo nuestras emociones

El control emocional es una habilidad que forma parte de la inteligencia emocional. Es muy importante para relacionarnos correctamente con otras personas.

Esto se engloba dentro de la gestión emocional, y para regularlas es necesario comprenderlas y ser conscientes de ellas.

Las emociones, pese a ser necesarias y adaptativas, pueden causarnos sufrimiento. No es recomendable luchar contra ellas. Es mejor entenderlas, conocerlas, saber que están ahí. Forman parte de nuestras vidas y, pese a que no siempre son positivas, huir de ellas nos causaría mayor sufrimiento a la larga.

En definitiva, somos seres emocionales. Aunque pensemos que nuestras decisiones son fruto de la razón, los estudios indican que un elevado porcentaje de nuestras decisiones son emocionales.

Conozcamos, pues, un poco mejor nuestro mundo emocional para desempeñarnos mejor en la vida.

En las emociones humanas entran en juego cuatro aspectos:

  • Una situación concreta.
  • Reacciones fisiológicas evocadas por esa situación: aceleración del pulso y de la respiración, tensión muscular, subida de la tensión arterial…
  • Unos pensamientos determinados.
  • Una respuesta conductual adecuada o no.

La ansiedad y la ira son reacciones naturales ante determinadas situaciones. Son útiles para ponernos en alerta y responder con una conducta adecuada. Si los pensamientos que evoca la situación en nosotros nos ayudan a dar esa respuesta, podremos manejar bien la situación.

Sin embargo, si esos pensamientos no son ajustados a la situación tendremos respuestas que causarán sufrimiento injustificado.

Por ejemplo, si pienso que si hablo en público necesariamente lo voy a hacer mal y, por tanto, voy a ser criticado por la audiencia, entonces tendrá ansiedad y es probable que mi conducta no sea adecuada y vea cumplida mi propia “profecía”.

Un ejemplo de ira podría ser que acudamos a una reunión de vecinos pensando que una persona concreta es muy maleducada y que nos trató mal en una reunión anterior. Si actuamos poniéndonos a la defensiva y no escuchándole o incluso hablándole en un tono inadecuado, resultará más probable que ese vecino tenga el comportamiento agresivo que habíamos anticipado como inevitable.

En ambos casos, conocer nuestras emociones y buscar pensamientos alternativos a los primeros que acuden a nuestra mente nos ayudará a dar respuestas más ajustadas a las situaciones y por tanto evitar problemas que causan sufrimiento.

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